VELOCIDAD Y DECISIÓN.
El 18 de Junio de 1815 fue la batalla de Waterloo. Al inicio de su última campaña Napoleón exclamó ante su estado mayor: “velocidad, decisión; sed bienvenidas”. El resultado de la batalla se conoce. Un Napoleón agotado y enfermo, rodeado de mediocres, no pudo con el excelente Wellington. El inicio de la campaña fue correcto, Napoleón acercó tropas a la frontera, desde varios sitios y por varios caminos, ocultando sus intenciones a los aliados. El ataque sorpresa fue un éxito, pero el necio de D´Erlon no acabó con los prusianos, ni Ney con los británicos. Les permitió reagruparse y al día siguiente los prusianos engañaron al mediocre mariscal, pero buen general, Grouchy, decidiendo el final de la batalla.
La velocidad y la decisión son fundamentales. Un ejército tiene la capacidad de ataque de su “cantidad de movimiento”, es decir, masa multiplicada por la velocidad. El general debe ser el catalizador de esta velocidad y decisión. Con energía, determinación y sabiduría. La velocidad no es precipitación. El entrenamiento y la formación hace buenos generales, pero a los excelsos e iguales a Marte como Napoleón, los hacen los dioses.
En los negocios también se aplica lo antes dicho. Lee Iacocca, el antiguo presidente de Chrysler, en su autobiografía se define benévolamente como dialogante y motivador. Una anécdota, que él no cuenta, habla de su carácter. Iacocca quería un prototipo descapotable, pero los ingenieros tardaban en hacerlo aduciendo problemas de estabilidad, vibraciones,….Él dijo que solo quería verlo, y que en dos días debía estar hecho. Cuando llegó al taller de prototipos y vio el coche sin descapotar, preguntó muy serio, porqué no estaba lo que pidió. Le contaron lo mismo y argumentaron “rigor técnico”. El bueno de Lee, con voz potente ordenó: “traigan una puta sierra eléctrica” (suena mejor en español). Aun en la industria y los negocios, un general es un general.
La velocidad y la decisión son fundamentales. Un ejército tiene la capacidad de ataque de su “cantidad de movimiento”, es decir, masa multiplicada por la velocidad. El general debe ser el catalizador de esta velocidad y decisión. Con energía, determinación y sabiduría. La velocidad no es precipitación. El entrenamiento y la formación hace buenos generales, pero a los excelsos e iguales a Marte como Napoleón, los hacen los dioses.
En los negocios también se aplica lo antes dicho. Lee Iacocca, el antiguo presidente de Chrysler, en su autobiografía se define benévolamente como dialogante y motivador. Una anécdota, que él no cuenta, habla de su carácter. Iacocca quería un prototipo descapotable, pero los ingenieros tardaban en hacerlo aduciendo problemas de estabilidad, vibraciones,….Él dijo que solo quería verlo, y que en dos días debía estar hecho. Cuando llegó al taller de prototipos y vio el coche sin descapotar, preguntó muy serio, porqué no estaba lo que pidió. Le contaron lo mismo y argumentaron “rigor técnico”. El bueno de Lee, con voz potente ordenó: “traigan una puta sierra eléctrica” (suena mejor en español). Aun en la industria y los negocios, un general es un general.
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