jueves, abril 19, 2007

COMIDA CON METTERNICH.

El armiño imperial no le sentaba bien a Napoleón. Al igual que en sus facetas de hombre de estado y general ha sido uno de los más notables de la Historia, como su admirado Julio César, en los aspectos imperiales rayaba a veces lo patético.

Él, siempre se declaraba heredero de la revolución, un hombre del pueblo, el terror de los reyes,.....Pero su comportamiento contradecía estas afirmaciones. Instauró un protocolo imperial de alto boato, a pesar de su austero comportamiento privado, nombró nobles a todos sus compañeros de armas y ministros. El tratar de compensar su “baja extracción” frente a las casas reinantes europeas le llevaba a excederse en sus comportamientos protocolarios. Sus modales no eran aristocráticos, en último análisis siempre fue un general. Esta falta de modales aristocráticos, le daba a veces ciertas ventajas en su trato con los príncipes, ya que ellos no estaban acostumbrados a tratar con hombres de su talla, compensaba con su poderosísimo intelecto y su amplia cultura estas carencias. Aparte, generalmente, los había derrotado en el campo de batalla. Llamaba “primos” a los emperadores de Austria y Rusia. Pero a veces se le escapaban detalles “poco elevados”, una vez hablando con el emperador de Austria y tratando de comportarse como un emperador, le habló de cuando era subteniente. Los británicos nunca le consideraron un caballero. En estos lances, se parecía más al cónsul Mario, tío de Julio César, que a su admirado conquistador de las Galias.

El tiempo para Napoleón era importantísimo, él dijo: podré perder una batalla, pero nunca perderé un minuto. Adicionalmente su carácter era tremendamente activo y apresurado, no soportaba una espera. Cuando puso en marcha sus tropas para la campaña de Waterloo, apuntó: velocidad, decisión; sed bienvenidas. En una comida, con Metternich y sus hermanos José y Luis, se empezó a impacientar por la falta de rapidez del servicio. Le dijo a Luis, Rey de Holanda, id a ver que ocurre con la comida, y siguió tratando con Metternich sus asuntos. Luis volvió al rato y dijo que la comida iba en camino. Se volvió a impacientar y le dijo a José, Rey de Nápoles, id a apresurar al servicio. José volvió con la promesa de una pronta solución. En vista que se seguía tardando más de lo que él consideraba adecuado, fue él mismo a agilizar al servicio. Comportamiento poco regio para con los reyes y con su imperial persona. Después del almuerzo, Metternich exclamó, con cierta sorna, que a una persona que servían dos reyes en la comida, debía de ser muy elevada.