sábado, mayo 16, 2009

LA YEGUA

Una de las principales características del imbécil (esto es genérico, incluyo imbéciles e imbécilas como pequeño homenaje a la Ministra de Igualdad, a la que no quiero dejar fuera de este concepto), es su pequeñez de miras. El aferrarse a los detalles sin importancia y no ser capaces de ver el sentido de los mismos. Cuando se les señala luna, quedarse mirando el dedo sin comprender, según la conocida definición.

Las naturalezas complejas manifiestan su coherencia mediante la ductilidad. El manejar conceptos aparentemente contradictorios, tesis y antitesis, con soltura y llegar a la síntesis. Preguntarse, como Marco Aurelio, de cada cosa, qué es en si misma, cuál es su naturaleza, su esencia.

Llevo más de un año teniendo un obligado contacto frecuente con el Comité de mi empresa, y puedo garantizar que son unos excelentes ejemplares de lo que he hablado en el primer párrafo. El problema es que se les da más importancia y responsabilidad de la que son capaces de manejar. De los “liberados” mejor no hablar. Una de las reformas urgentes de este país es el sindical, pero zp lo está empeorando.

Como evado mi mente de las imbecilidades que me veo obligado a escuchar en las reuniones con los guardianes de la clase obrera, me acordé el otro día de una bonita historia leída en un libro de gestión sobre este tema. Trato de reflejarla, y disculpad los errores, lo hago de memoria.

En la antigua China el duque de Wu quiso poseer el caballo excelso, y le pidió a su consejero que se lo consiguiera. Éste le dijo que la persona adecuada era el maestro de caballos Wang. El duque fue a ver al maestro y le pidió el caballo excelso. Al cabo de un año el maestro se presentó al duque y le dijo: “excelencia en vuestras cuadras está el caballo supremo, es un caballo inigualable, un macho excelso”. El duque fue a la cuadras y vio una yegua. Llamó a su consejero y le dijo: "Wang no sabe distinguir un macho de una hembra, ¿cómo me lo pudiste aconsejar?”. El consejero cerró los ojos y suspiró con placer: “excelencia, Wang os ha dado el caballo perfecto, se ha centrado tanto en la esencia del animal supremo que no ha prestado atención al sexo del mismo”. Efectivamente, el duque disfrutó del caballo excelso durante muchos años.