UN INNOVADOR

Aníbal y Escipión coincidieron en la corte de Antíoco, rey de Siria. Escipión le preguntó al cartaginés sobre quién era en su opinión el mejor general de la historia. Aníbal contestó que Alejandro. "¿Y luego?", preguntó Escipión. "Pirro", fue la respuesta de Aníbal. "¿Y en tercer lugar?", volvió a preguntar el romano. "Yo", aseguró el cartaginés. Escipión le había vencido en la batalla de Zama y le replicó, con cierta sorna romana "¿Y qué dirías si hubieses vencido tú en Zama?". Aníbal argumentó que "en ese caso me tendría por el mejor caudillo de la historia". Escipión sonrió por el cumplido del más encarnizado enemigo de Roma

Aníbal estaba muy en lo cierto, si él hubiera ganado en Zama se tendría que haber puesto el primero. Y Alejandro fue muy brillante, no sólamente como general, si no en múltiples campos. Fue un innovador en muchas facetas. En el arte de la guerra fue el primero, de los generales famosos, que aplicó la “guerra relámpago” (Blitzkrieg), más tarde César, luego Napoleón y por último los alemanes al principio de la Segunda Guerra Mundial. Otra innovación fue el aplicar el avance oblicuo, que hizo famoso a Epaminondas en la batalla de Leuctra. Él lo hizo con caballería e infantería. Esta maniobra de Alejandro en Gaugamela es realmente notable, el lanzar la infantería ligera contra el centro persa, y girar la caballería para encontrarse y focalizar el ataque le dio la victoria.

Alejandro era un hombre más que interesante. Tenía una inteligencia y memoria nada desdeñables. No olvidaba nada. Un maestro suyo, a los seis años, le riñó por gastar mucha mirra en un sacrificio, le dijo “cuando tengas el país donde se hace la mirra podrás gastarla así”. Cuando Alejandro conquistó dicho país, le mandó una tonelada de mirra a su antiguo maestro.