viernes, julio 15, 2011

EL LEÓN Y LA BALLENA.

No podréis acercaros al mar a lavaros las manos”, fue la amenaza de los embajadores cartagineses en el senado de Roma antes de declarar la que sería la primera Guerra Púnica. Roma había dado uno de los pasos claves de su historia al apoyar a Messina (Sicilia) en sus disputas con Cartago. Pasaba de ser una potencia en Italia, terrestre, a iniciar un camino incierto en los mares y fuera de sus fronteras, pues esto significó enfrentarse a la mayor potencia marítima de su tiempo.

Cartago tenía la mayor flota y los más expertos marinos y capitanes. Daba por segura su victoria. Roma, consciente del reto, decidió construir su propia flota, pudo haber pedido ayuda a las ciudades griegas de Italia y a Massilia, pero decidió que un aspecto clave en su lucha, como era la flota, debía estar bajo control absoluto de Roma. Su infantería era mejor que la cartaginesa, por eso implantó en sus barcos un puente, que hacía que gancho de agarre, para sujetar a las naves enemigas y abordarlas. Para realizar esto, implantarlo y que funcionara, hizo falta talento inventivo y energía de ejecución. Los romanos eran audaces y afortunados.

La primera Guerra Púnica duró 16 años, y Roma venció. Pasó de ser una potencia italiana a ser la hegemónica del mundo mediterráneo. Cartago sabía que si no lograba vencerla posteriormente Roma la destruiría tarde o temprano. La Historia es conocida. En este tipo de enfrentamientos o se es yunque o martillo, no puede haber término medio.

Roma logró lo que siglos más tarde Napoleón no puedo hacer con Inglaterra. Una potencia terrestre vencer y dominar a una potencia marítima. Fue la lucha de un león contra una ballena. Las águilas de Roma pudieron.