WATERLOO.III
Un último comentario sobre Waterloo, que no se centra en el desarrollo de la campaña. Hay suficiente literatura, (cada vez que ganan los británicos la documentación es extensísima. Poco escribieron de su derrota en Cartagena por el almirante Blas de Lezo) y además el resumen de Wallenstein (de las mejores síntesis que he leído de Waterloo) en su bitácora, es magnifico.
El comentario va más centrado en las figuras claves. Sobre Napoleón, poco voy a decir hoy, porque es una figura recurrente en mis escritos y a la que acudiré de continuo. Solamente indicar que el mejor Wellington derrotó al peor Napoleón. En el artículo de Wallenstein se explica esto muy bien. Su salud, espíritu, fortaleza,...estaban quebrados. De hecho sus decisiones durante los “cien días” prepararon su derrota. Ver el coloso en su caída de Waterloo es uno de los momentos importantes de la Historia.
No quiero quitar in un ápice de mérito a Wellington, magnífico general. Brillante planteamiento de Waterloo y excelente ejecución. Fue el único hombre del siglo que pudo compararse al general Bonaparte. Su utilización del terreno, el manejo de las tropas, el dominio de los tiempos del combate, sus decisiones,....fue magistral. Un soberbio alumno de Marte. Su anécdota, ya mencionada, de que su plan era “derrotar al enemigo”, tiene su explicación. Todo su planteamiento iba a estar en función de los movimientos franceses. Esto requirió un dominio táctico altísimo, solamente al alcance de hombres como Wellington. No perdió nunca su temple y dominio de sí mismo. Cuando se encontró con el mariscal Gebhard Leberecht von Blücher, éste llevado por la euforia le abrazó. Wellington que no estaba acostumbrado a las efusividades del continente, apenas se movió ni manifestó sentimiento alguno. El Duque de Hierro, era de frío metal, esa es una de las razones de la disciplina de sus tropas.
Blücher, en palabras de Napoleón, era nada más que “un húsar“ y un borracho. Blücher era un buen general de caballería, sus hombres le adoraban, le llamaban “al galope“, tenían una energía y un ímpetu notables. Era el menos brillante de los tres, pero el guerrero más químicamente puro. Su misión sagrada, decía, era acabar con Napoleón. Recuerda al general de Carlos I, Zorzo Frundsberg, que llevaba una soga para ahorcar al Papa, su gran misión. En París dinamitó el puente de Jena, por recordarle la batalla perdida, galopaba frenéticamente por las calles de París para resarcir la visión de los franceses en Berlín. Después de Waterloo se retiró a sus dominios, para descansar entre botellas y faldas de sus tareas bélicas. Un personaje digno de una película de John Ford, esto es una alabanza para el viejo húsar.
El comentario va más centrado en las figuras claves. Sobre Napoleón, poco voy a decir hoy, porque es una figura recurrente en mis escritos y a la que acudiré de continuo. Solamente indicar que el mejor Wellington derrotó al peor Napoleón. En el artículo de Wallenstein se explica esto muy bien. Su salud, espíritu, fortaleza,...estaban quebrados. De hecho sus decisiones durante los “cien días” prepararon su derrota. Ver el coloso en su caída de Waterloo es uno de los momentos importantes de la Historia.
No quiero quitar in un ápice de mérito a Wellington, magnífico general. Brillante planteamiento de Waterloo y excelente ejecución. Fue el único hombre del siglo que pudo compararse al general Bonaparte. Su utilización del terreno, el manejo de las tropas, el dominio de los tiempos del combate, sus decisiones,....fue magistral. Un soberbio alumno de Marte. Su anécdota, ya mencionada, de que su plan era “derrotar al enemigo”, tiene su explicación. Todo su planteamiento iba a estar en función de los movimientos franceses. Esto requirió un dominio táctico altísimo, solamente al alcance de hombres como Wellington. No perdió nunca su temple y dominio de sí mismo. Cuando se encontró con el mariscal Gebhard Leberecht von Blücher, éste llevado por la euforia le abrazó. Wellington que no estaba acostumbrado a las efusividades del continente, apenas se movió ni manifestó sentimiento alguno. El Duque de Hierro, era de frío metal, esa es una de las razones de la disciplina de sus tropas.
Blücher, en palabras de Napoleón, era nada más que “un húsar“ y un borracho. Blücher era un buen general de caballería, sus hombres le adoraban, le llamaban “al galope“, tenían una energía y un ímpetu notables. Era el menos brillante de los tres, pero el guerrero más químicamente puro. Su misión sagrada, decía, era acabar con Napoleón. Recuerda al general de Carlos I, Zorzo Frundsberg, que llevaba una soga para ahorcar al Papa, su gran misión. En París dinamitó el puente de Jena, por recordarle la batalla perdida, galopaba frenéticamente por las calles de París para resarcir la visión de los franceses en Berlín. Después de Waterloo se retiró a sus dominios, para descansar entre botellas y faldas de sus tareas bélicas. Un personaje digno de una película de John Ford, esto es una alabanza para el viejo húsar.
1 Comments:
Hola a todos:
Don Blas Wellington y Napoleon tenian una concepcio de la guerra distinta. Napoleon agresivo y Wellington defensivo. Por otro lado, la pregunta es que Wellington tenia que controlar todo y quizas mover grandes unidades le hubiera costado demasiado, ya que siempre lucho con ejercitos relativamente pequeños.
Saludos a todos y gracias por la referencia.
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