¿JOSEFINA?
Napoleón nunca quiso a nadie, más que a sí mismo. Como buen corso, su familia la entendía como parte de él. La leyenda siempre le ha retratado enamorado perdidamente de Josefina de Beauharnais, (este era el apellido de su primer marido. Su verdadero nombre era más bonito; Marie Josèphe Rose Tascher de la Pagerie). Este enamoramiento no es cierto, y quizá fue cierto sólamente en un período de tiempo corto, noviazgo y recién casados. Ella era muy casquivana y mientras él batallaba en los campos de Europa y Egipto, tuvo varios amantes. Josefina había sido amante de Barras, y de más personajes influyentes en la época de la Revolución. De hecho, cuenta un militar español de la época, que cuando se casó con Napoleón, para vestirla de blanco hubo que hacerla del Real Madrid.
A pesar de sus infidelidades Napoleón, la perdonó, le convenía por las relaciones de la Beauharnais en su ascenso al poder. Una vez en el poder Napoleón mantuvo su matrimonio, pero él tuvo infinidad de aventuras amorosas. Las aventuras de Napoleón, eran pulsiones de testosterona, nunca amor. Incluso con una cantante de ópera ponía un reloj encima del tálamo para ver la hora y no pasar los veinte minutos que consideraba merecía la bella. Sólamente mantuvo una relación más estable y afectiva con María Waleska, la condesa polaca madre de su hijo.
Cuando se coronó emperador, también coronó a Josefina. Napoleón tenía un muy alto sentido de la lealtad y era su forma de agradecer a Josefina su vida con él. Pero cuando le interesó, se divorció de ella para casarse con una hija del emperador austriaco, tratando de dar una legitimidad regia a su estirpe.
La verdadera mujer de su vida fue su madre, Leticia. A las demás nunca las amó. Algunos autores dicen que sus últimas palabras en el peñasco de Santa Elena fueron para Josefina. Me inclino más por la opción aceptada por los historiadores de más fuste, que indican que las últimas palabras que dijo antes de irse a las Campos Elíseos fueron, “cabeza, ejército”.
A pesar de sus infidelidades Napoleón, la perdonó, le convenía por las relaciones de la Beauharnais en su ascenso al poder. Una vez en el poder Napoleón mantuvo su matrimonio, pero él tuvo infinidad de aventuras amorosas. Las aventuras de Napoleón, eran pulsiones de testosterona, nunca amor. Incluso con una cantante de ópera ponía un reloj encima del tálamo para ver la hora y no pasar los veinte minutos que consideraba merecía la bella. Sólamente mantuvo una relación más estable y afectiva con María Waleska, la condesa polaca madre de su hijo.
Cuando se coronó emperador, también coronó a Josefina. Napoleón tenía un muy alto sentido de la lealtad y era su forma de agradecer a Josefina su vida con él. Pero cuando le interesó, se divorció de ella para casarse con una hija del emperador austriaco, tratando de dar una legitimidad regia a su estirpe.
La verdadera mujer de su vida fue su madre, Leticia. A las demás nunca las amó. Algunos autores dicen que sus últimas palabras en el peñasco de Santa Elena fueron para Josefina. Me inclino más por la opción aceptada por los historiadores de más fuste, que indican que las últimas palabras que dijo antes de irse a las Campos Elíseos fueron, “cabeza, ejército”.
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