NÖRDLINGEN
La batalla de Nördlingen, fue un hecho glorioso de nuestras armas en 1634, en la Guerra de los Treinta Años. Se enfrentaban el bando católico, imperio y los tercios, contra los luteranos, sajones y suecos. Los suecos dominaban gran parte de Alemania, eran un ejército temible, despreciaban a los españoles, nos llamaban “desarrapados”, por lo pobre de la equipación, la falta de suministros, ausencia de pagas,……etc. Declive del imperio.
Tengo fe en que A. Pérez-Reverte, comente esta batalla en una próxima novela. En “Corsarios del Levante” habla de ella, diciendo que uno de los personajes murió en dicha confrontación. Aguantando los asaltos de la infantería sueca. Los tercios aguantaron numerosos envites de esta infantería, hasta la fecha invencible. Y cuando los rechazaron contraatacaron decidiendo la batalla y expulsando a Suecia del sur de Alemania.
La posición española era muy comprometida, parecía sin remedio cuando el maestre de campo D. Martín de Idiáquez dijo:
"Ea señores, parece que estos demonios sin Dios nos quieren dar la puntilla y contra nosotros viene lo mejor que pueden poner en el campo, será cuestión de echarle redaños y aguantar firme. Cuando esos demonios amarillos se dejen ver, no quiero que ninguno desfallezca, aguantad firmes ante ellos y esperar a oír la detonación de sus mosquetes, en ese momento todo el mundo a tierra”
Esto era una novedad y un riesgo alto, en la típica lucha de infanterías. Con esta estrategia, tan ingeniosa como suicida, los españoles consiguieron que los disparos protestantes se pierdan por encima de sus cabezas. Inmediatamente se pusieron en pie y mientras los piqueros adoptaban posiciones de defensa los arcabuceros hicieron fuego, ahora si, a bocajarro contra los asaltantes. La descarga fue devastadora y las primeras filas cayeron abatidas por el certero fuego de los tercios. Esto ya fue demasiado para los suecos que después de catorce infructuosas cargas se ven sometidos a un castigo inmisericorde en la que había de ser la definitiva y dudan en su avance. Ante la duda los españoles cargan contra los suecos. Al grito de ¡Santiago y cierra España!, con picas, espadas y arcabuces se lanzan contra el enemigo.
El mito de la invencibilidad sueca quedó roto para siempre, una vez más se demostró que cuando de morir en combate se trataba, los viejos tercios seguían siendo los señores de la guerra
Tengo fe en que A. Pérez-Reverte, comente esta batalla en una próxima novela. En “Corsarios del Levante” habla de ella, diciendo que uno de los personajes murió en dicha confrontación. Aguantando los asaltos de la infantería sueca. Los tercios aguantaron numerosos envites de esta infantería, hasta la fecha invencible. Y cuando los rechazaron contraatacaron decidiendo la batalla y expulsando a Suecia del sur de Alemania.
La posición española era muy comprometida, parecía sin remedio cuando el maestre de campo D. Martín de Idiáquez dijo:
"Ea señores, parece que estos demonios sin Dios nos quieren dar la puntilla y contra nosotros viene lo mejor que pueden poner en el campo, será cuestión de echarle redaños y aguantar firme. Cuando esos demonios amarillos se dejen ver, no quiero que ninguno desfallezca, aguantad firmes ante ellos y esperar a oír la detonación de sus mosquetes, en ese momento todo el mundo a tierra”
Esto era una novedad y un riesgo alto, en la típica lucha de infanterías. Con esta estrategia, tan ingeniosa como suicida, los españoles consiguieron que los disparos protestantes se pierdan por encima de sus cabezas. Inmediatamente se pusieron en pie y mientras los piqueros adoptaban posiciones de defensa los arcabuceros hicieron fuego, ahora si, a bocajarro contra los asaltantes. La descarga fue devastadora y las primeras filas cayeron abatidas por el certero fuego de los tercios. Esto ya fue demasiado para los suecos que después de catorce infructuosas cargas se ven sometidos a un castigo inmisericorde en la que había de ser la definitiva y dudan en su avance. Ante la duda los españoles cargan contra los suecos. Al grito de ¡Santiago y cierra España!, con picas, espadas y arcabuces se lanzan contra el enemigo.
El mito de la invencibilidad sueca quedó roto para siempre, una vez más se demostró que cuando de morir en combate se trataba, los viejos tercios seguían siendo los señores de la guerra
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