“Crucificadles”, dijo el general púnico Aníbal Barca, en su sentencia sobre los guías que le llevaron al valle encerrado. Los guías habían llevado a su ejército a una encerrona. Aníbal entró en la trampa porque sus guías confundieron "Canusium" por "Casilinum", estaba rodeado por montañas y el mar. Y las montañas estaban guardadas por el ejército romano, al mando de Quinto Fabio Máximo. Fabio fue el verdadero enemigo de Aníbal, y ambos lo sabían. El púnico y el romano rivalizaron en talento y en leerse la mente ("Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo, y la victoria será tuya”. Sun Tzu). Si Aníbal hubiera sometido Italia, la segunda guerra púnica habría sido suya, pero estaba Fabio, luego Escipión, y Marcelo; pero siempre estaba Fabio.
En Ager Falernus, Aníbal era el favorito de Bal. Marte no cuidó a Fabio y a Roma , y el ejército cartaginés logró escapar sin daños. Aníbal, en su genialidad, engañó a Fabio con su ganado, encendiendo con fuego los cuernos de los animales, haciéndole creer que era su ejército. En la hora establecida, después de que la tercera parte de la noche hubiera transcurrido, el ejército cartaginés se movilizó y se preparó para la marcha lo más silenciosamente posible. Las fuerzas escogidas con el ganado marcharon hacia su destino, y cuando se acercaron lo suficiente encendieron las maderas y antorchas atadas a los cuernos de los bueyes. Los bueyes, asustados, corrieron en estampida, provocando un gran estruendo que, junto con las llamas, atrajo la atención de los romanos ubicados en el campamento de Fabio, al igual que del destacamento que guardaba el paso.
Fabio se negó a salir a pesar de los ruegos de sus oficiales y de su segundo al mando. El ejército romano permaneció en guardia, pero no salió a enfrentar al enemigo. Fabio no deseaba luchar una batalla nocturna, temiendo algún truco púnico que buscase hacer luchar a los romanos en una batalla sobre terreno desigual, y en donde la infantería romana perdería ventaja al estar rotas sus filas y la comunicación. La fuerza romana de defensa del paso, sin embargo, sí que se lanzó al ataque sobre lo que pensaban que era el ejército cartaginés que intentaba sobrepasar su posición para escapar. Dado que Aníbal estaba eligiendo la hora y el lugar del enfrentamiento, era muy posible que tuviese preparadas otras sorpresas para ganar más ventaja a los romanos, por lo que Fabio hizo lo que Aníbal esperaba, es decir, nada.
Tan pronto como los romanos abandonaron su posición, el ejército principal de Aníbal abandonó el campamento. La infantería africana iba en cabeza, la caballería y el ganado les seguían y los mercenarios celtas e hispanos cerraban la marcha. El ejército atravesó el paso sin problemas, puesto que Fabio no salió a su encuentro. Por su parte, la fuerza romana que atacaba a la avanzadilla cartaginesa se vio descolocada cuando se encontraron con el ganado. Éste salió en estampida, rompiendo sus líneas, con lo que los lanceros cartagineses pudieron emboscarles. Lo peor de todo fue que, cuando ya empezaba a amanecer, apareció un grupo de infantería hispana, expertos en la guerra de montaña, que mató a más de 1.000 romanos y lograron rescatar a los lanceros y los combatientes cartagineses, así como a parte del ganado.
Una operación nocturna como esa necesita siempre de una buena disciplina y control, algo que los cartagineses demostraron con creces en este episodio.
Aníbal era el general.