martes, enero 25, 2011

LA MORT DE SILA


Tranquilo general, solo quiero un poco de tu suerte”, esto fue lo que dijo Valeria al dictador Sila, cuando le cogió un hilo de su túnica durante una actuación en el circo. Sila se quedó impresionado por el atrevimiento de la mujer, pues lo imprevisible del carácter del Cornelio era un alto riesgo. Valeria era una mujer de mediana edad, viuda, que tenía el pelo color miel, unos vivaces ojos marrones y una sonrisa capaz de iluminar los rincones más tenebrosos del alma de un hombre. Y Lucio Cornelio Sila tenía los rincones más tenebrosos. Valeria fue su última mujer.

El Cornelio desde su infancia en una familia patricia venida a menos, había llegado a ser el primer hombre de Roma, con talento, audacia y una determinación formidables. Como general fue magnífico y como político llegó a la cumbre del imperio de Roma. Su carácter era muy contradictorio, depravado y juerguista, militar brillantísimo y con gran talento político. Un aliado de su enemigo Mario, Carbón, dijo de él: “En Sila viven un zorro y un león, siendo más peligroso el primero”. Su venganza cuando conquistó Roma fue terrible, la crueldad que utilizó fue muy grande, eliminó a todos sus enemigos sin piedad.

En una biografía novelada del Cornelio, al sentir cerca su final Sila le pregunta a Valeria, "¿Iré al quinto lugar?", ella le contesta, "Sí general, el lugar donde van los héroes cuya crueldad ha eclipsado sus hazañas".

En la vida que Plutarco escribió de Sila, el beocio dice que su muerte fue al reventársele un tumor, por un ataque de ira al ordenar matar a un hombre en su presencia y su guardia tardaba mucho en llegar. Plutarco le admiró como general y político, pero no su carácter. En otra biografía novelada de Sila, su muerte es diferente, le pone en brazos de Valeria diciendo: "Nunca he amado". Ella le respondió, cerrándole los ojos: "No Lucio, sí que has amado". Esta es más bonita, pero me temo que la versión de Plutarco es la más verídica, conociendo al terrible Cornelio. Si vamos al quinto lugar, y el Cornelio está de humor para contestarnos, conoceremos la muerte de Sila.

domingo, enero 16, 2011

EL AVANCE DE UN SEMIDIÓS

Poco se puede decir a lo que el divino Göethe nos dice del sire. Lo igual siempre reconoce a lo igual:


“Si embargo, ¡eso mismo nos pasa a todos! ¡Son las ofuscaciones y las iluminaciones del hombre las que configuran su destino! Sería preciso que el daimon nos llevara todos los días de una correa, diciéndonos lo que tenemos que hacer e instándonos a ello. Pero el caso es que nuestro buen espíritu nos abandona, y nosotros somos débiles y nos movemos en la oscuridad.

¡En eso, Napoleón sí que fue un gran tipo! Siempre iluminado, siempre claro y decidido, y dotado en todo momento de la energía suficiente para ponerse inmediatamente manos a la obra en todo lo que él hubiera reconocido como ventajoso y necesario. Su vida ha sido el avance de un semidiós, de batalla en batalla y de victoria en victoria. De él bien podríamos decir que vivía en un estado de permanente iluminación, lo que explica que su destino fuera más brillante que cualquier otro del pasado y acaso del futuro.

Sí, sí, amigo mío, él si que era un gran tipo, al que ciertamente no sabemos imitar”.

sábado, enero 08, 2011

LA CAPA ROJA

Volviendo a ver la maravillosa “Austerlitz” de Abel Gance, el sire aparece con su caballo blanco. Utilizaba ese caballo en las batallas para que le pudieran reconocer sus hombres, sabiendo que hacía un buen blanco (valga la redundancia) para el enemigo. En Austerlitz dijo algo parecido a: “estaré cerca de vosotros, soldados, y vuestro ardor en el combate impedirá que el enemigo me alcance”.

Napoleón, lector atento de Historia, era un magnífico conocedor de Julio César, y de sus “Comentarios a la Guerra de las Galias” (Commentarii de Bello Gallico ). De hecho en su despacho había dos bustos, Federico “el Grande” y César. En los Comentarios, César cuenta como en la batalla de Alesia, su capa roja de general era vista en todo momento por sus hombres, y enemigos, que acudía donde la pelea era más fiera. Esa presencia del general, ese aliento, era clave. Napoleón lo sabía y su caballo e indumentaria eran perfectamente reconocibles. Eran su capa roja.

Wellington dijo que con Napoleón en el campo de batalla, los franceses tenían 20.000 hombres más. Un auto elogio, pues lo derrotó en Waterloo, de eso ya hemos hablado y hablaremos. El mejor Wellington, contra el peor Napoleón y si no es por Grouchy y D´Erlon hubiera vencido el sire.