domingo, mayo 25, 2008
Leí unos pasajes muy interesantes en un libro que debería estar de plena actualidad: "Historia de la guerra del Peloponeso" de Tucídides. Me parece que deberíamos tenerlos presentes, sobre la fauna que nos manda, no gobierna:
La causa era que Pericles, gozaba de autoridad gracias a su prestigio y a su talento, y resultaba insobornable, tenía a la multitud en su mano, aun en libertad, y no se dejaba conducir por ella, si no que era él quien la conducía; y esto era así porque, al no haber adquirido el poder por medios ilícitos, no pretendía halagarla en sus discursos, si no que se atrevía incluso, merced a su prestigio, a enfrentarse a su enojo. Así, siempre que los veía confiados de modo insolente e inoportuno, los espantaba con sus palabras hasta que conseguía atemorizarlos, y, al contrario, cuando los veía dominados por un miedo irracional, los hacía retornar a la confianza. En estas condiciones, aquello era de nombre una democracia, pero en realidad, un gobierno del primer ciudadano. Sus sucesores, en cambio, al ser más iguales entre ellos y aspirar cada uno a ser el primero, cambiaron de política hasta el punto de someter los asuntos públicos a los antojos del pueblo. De esta política, derivaron muchos errores.
miércoles, mayo 21, 2008
¿JOSEFINA?
Napoleón nunca quiso a nadie, más que a sí mismo. Como buen corso, su familia la entendía como parte de él. La leyenda siempre le ha retratado enamorado perdidamente de Josefina de Beauharnais, (este era el apellido de su primer marido. Su verdadero nombre era más bonito; Marie Josèphe Rose Tascher de la Pagerie). Este enamoramiento no es cierto, y quizá fue cierto sólamente en un período de tiempo corto, noviazgo y recién casados. Ella era muy casquivana y mientras él batallaba en los campos de Europa y Egipto, tuvo varios amantes. Josefina había sido amante de Barras, y de más personajes influyentes en la época de la Revolución. De hecho, cuenta un militar español de la época, que cuando se casó con Napoleón, para vestirla de blanco hubo que hacerla del Real Madrid.
A pesar de sus infidelidades Napoleón, la perdonó, le convenía por las relaciones de la Beauharnais en su ascenso al poder. Una vez en el poder Napoleón mantuvo su matrimonio, pero él tuvo infinidad de aventuras amorosas. Las aventuras de Napoleón, eran pulsiones de testosterona, nunca amor. Incluso con una cantante de ópera ponía un reloj encima del tálamo para ver la hora y no pasar los veinte minutos que consideraba merecía la bella. Sólamente mantuvo una relación más estable y afectiva con María Waleska, la condesa polaca madre de su hijo.
Cuando se coronó emperador, también coronó a Josefina. Napoleón tenía un muy alto sentido de la lealtad y era su forma de agradecer a Josefina su vida con él. Pero cuando le interesó, se divorció de ella para casarse con una hija del emperador austriaco, tratando de dar una legitimidad regia a su estirpe.
La verdadera mujer de su vida fue su madre, Leticia. A las demás nunca las amó. Algunos autores dicen que sus últimas palabras en el peñasco de Santa Elena fueron para Josefina. Me inclino más por la opción aceptada por los historiadores de más fuste, que indican que las últimas palabras que dijo antes de irse a las Campos Elíseos fueron, “cabeza, ejército”.
A pesar de sus infidelidades Napoleón, la perdonó, le convenía por las relaciones de la Beauharnais en su ascenso al poder. Una vez en el poder Napoleón mantuvo su matrimonio, pero él tuvo infinidad de aventuras amorosas. Las aventuras de Napoleón, eran pulsiones de testosterona, nunca amor. Incluso con una cantante de ópera ponía un reloj encima del tálamo para ver la hora y no pasar los veinte minutos que consideraba merecía la bella. Sólamente mantuvo una relación más estable y afectiva con María Waleska, la condesa polaca madre de su hijo.
Cuando se coronó emperador, también coronó a Josefina. Napoleón tenía un muy alto sentido de la lealtad y era su forma de agradecer a Josefina su vida con él. Pero cuando le interesó, se divorció de ella para casarse con una hija del emperador austriaco, tratando de dar una legitimidad regia a su estirpe.
La verdadera mujer de su vida fue su madre, Leticia. A las demás nunca las amó. Algunos autores dicen que sus últimas palabras en el peñasco de Santa Elena fueron para Josefina. Me inclino más por la opción aceptada por los historiadores de más fuste, que indican que las últimas palabras que dijo antes de irse a las Campos Elíseos fueron, “cabeza, ejército”.
miércoles, mayo 14, 2008
VAE VICTIS
D. Mariano Rajoy tiene un problema estupendo en su partido, y como es el máximo responsable del mismo desde hace más de cuatro años, por una simple deducción lógica, él es una parte no menor de dicho problema. Una de las componentes más importantes de esta situación, es que el PP no ha ganado, a partir de ahí se acentúan y manifiestan todos las posibles fuentes de conflicto interno, tal como estamos viendo.
El Sr. Zapatero (del que un conocido mío dice que es un majadero de solemnidad), ha ganado, y todas las cosas que ha hecho, está haciendo y va a hacer, tienen una comprensión positiva por su partido y los votantes. Es el efecto del líder de mercado, tema que se estudia en Dirección Comercial (menos benévolo pero también lo explica, es el efecto rebaño).
Sin entrar en la estrategia que debería seguir el PP, para eso está Arriola y demás superdotados del asunto, lo que parece claro es que una persona que se ha significado e implicado en una estrategia determinada durante cuatro años, ahora no puede ser el que lleva a cabo otra diferente. Es totalmente incoherente y eso es el peor error en estrategia, en general, la incoherencia. Pero lo que sí me atrevo a postular es que lo mejor que puede hacer Rajoy es preparar una sucesión ordenada e irse a su registro de la propiedad o a otro sitio (Telefónica, por ejemplo). El Sr. Rajoy es un buen parlamentario, eficaz gestor, magnífico intrigante, pero incapaz líder. No es un hombre que aglutine voluntades, que sea referente de actitud y capacidad.
Un dato que juega en contra de Rajoy y a favor de Zp es la legitimidad, Zapatero ganó unas primarias, Rajoy no, y se resiste a las mismas. Esto será siempre una rémora para el gallego, amén de otras desventajas. Estamos en una democracia televisada. El cómo se dice, quién lo dice, cuándo lo dice,....los mensajes; importa y mucho. Rajoy en ese aspecto perderá siempre con Zapatero. En los debates televisados, Rajoy, intelectual y dialécticamente barrió a Zapatero, pero en las encuestas posteriores le dieron ganador al solemne. Cosas del nuevo milenio. Supongo que la misma causa básica, tendrá que ver con el engendro ese que va a eurovisión. Pero es lo que hay, como dijo Rajoy.
Ay de los vencidos, Vae Victis (frase pronunciada por el jefe galo Breno, ante los romanos en el año 390 A.C.), Sr. Rajoy. El problema es no haber ganado.
El Sr. Zapatero (del que un conocido mío dice que es un majadero de solemnidad), ha ganado, y todas las cosas que ha hecho, está haciendo y va a hacer, tienen una comprensión positiva por su partido y los votantes. Es el efecto del líder de mercado, tema que se estudia en Dirección Comercial (menos benévolo pero también lo explica, es el efecto rebaño).
Sin entrar en la estrategia que debería seguir el PP, para eso está Arriola y demás superdotados del asunto, lo que parece claro es que una persona que se ha significado e implicado en una estrategia determinada durante cuatro años, ahora no puede ser el que lleva a cabo otra diferente. Es totalmente incoherente y eso es el peor error en estrategia, en general, la incoherencia. Pero lo que sí me atrevo a postular es que lo mejor que puede hacer Rajoy es preparar una sucesión ordenada e irse a su registro de la propiedad o a otro sitio (Telefónica, por ejemplo). El Sr. Rajoy es un buen parlamentario, eficaz gestor, magnífico intrigante, pero incapaz líder. No es un hombre que aglutine voluntades, que sea referente de actitud y capacidad.
Un dato que juega en contra de Rajoy y a favor de Zp es la legitimidad, Zapatero ganó unas primarias, Rajoy no, y se resiste a las mismas. Esto será siempre una rémora para el gallego, amén de otras desventajas. Estamos en una democracia televisada. El cómo se dice, quién lo dice, cuándo lo dice,....los mensajes; importa y mucho. Rajoy en ese aspecto perderá siempre con Zapatero. En los debates televisados, Rajoy, intelectual y dialécticamente barrió a Zapatero, pero en las encuestas posteriores le dieron ganador al solemne. Cosas del nuevo milenio. Supongo que la misma causa básica, tendrá que ver con el engendro ese que va a eurovisión. Pero es lo que hay, como dijo Rajoy.
Ay de los vencidos, Vae Victis (frase pronunciada por el jefe galo Breno, ante los romanos en el año 390 A.C.), Sr. Rajoy. El problema es no haber ganado.
viernes, mayo 09, 2008
LAS MUJERES DE NELSON.
La única vez que se encontraron Nelson y Wellington, fue en la antecámara del Primer Ministro. Sin saber quién era su interlocutor. Nelson se pavoneó pomposamente ante Wellington. Cuando pudo conocer que con quien hablaba era Arthur Wellesley, su actitud cambió radicalmente y mostró su respeto y admiración, de igual a igual, por Wellington. Éste guardó un grato recuerdo de su entrevista con Nelson, primera y última, porque de ahí Nelson se embarcó en el Victory para acudir a su cita con el destino.
Este rasgo de la personalidad de Nelson, la fatuidad, que podía llegar a ser patética, venía de su inseguridad y cierto complejo, por su baja extracción social. Era un pigmeo en los salones y un gigante en el alcázar de un buque de guerra. Sus colegas, nobles, de la Navy, le llamaban el “hijo del predicador”. Esta desventaja, sin embargo, no impidió que fuera el almirante más reconocido y competente de su tiempo. Las murallas de Inglaterra frente al coloso corso, eran sus barcos y Nelson era su guardián.
Nelson estaba casado con Frances (Fanny) Nesbit. Esta buena mujer, no era la adecuada para la naturaleza de Nelson, que se podía definir como “una partícula cargada”. Fanny, mujer no muy agraciada físicamente, era aburrida y fría, lo que a Nelson no le llenaba en esa continua necesidad de admiración y vitalidad que complementaba y mitigaba su complejo de baja extracción social. Cuando volvía a tierra, después de sus misiones, la vida era aburrida y con no pocos conflictos con su esposa, por esa disparidad de naturalezas. No obstante su vida de marino, le permitió soportar esta situación.
Cuando conoció a Emma Hamilton, la joven esposa del embajador británico en Nápoles, inmediatamente se enamoraron. Él de la belleza, vitalidad y adoración que sentía por él. Ella de la gloria del almirante Nelson. Su romance fue escandaloso y censurado por la sociedad británica. Pero a Nelson se lo perdonaron, a Emma no. Nelson amó ciegamente a Emma, la historia de ese amor es muy conocida y llena de un gran romanticismo. La oposición de Nelson a todas las normas por su amor a Lady Hamilton, poniendo en riesgo su carrera, y la pasión que demostró, llevó a introducir en la leyenda su vida con Emma.
Una de sus últimas frases al capitán Hardy, en su agonía a bordo del Victory, fueron de recuerdo y petición de cuidado para Emma. En su última carta la dijo:
"Querida y adorada Emma, la querida y entrañable amiga: yo cuidaré de que mi nombre sea el más querido para ti y Horacia, a quien amo con toda el alma como a mi propia vida. Como ésta es mi última carta antes de la batalla, es para ti; espero que viva para terminarla. Que el cielo me bendiga con tus rezos".
Este rasgo de la personalidad de Nelson, la fatuidad, que podía llegar a ser patética, venía de su inseguridad y cierto complejo, por su baja extracción social. Era un pigmeo en los salones y un gigante en el alcázar de un buque de guerra. Sus colegas, nobles, de la Navy, le llamaban el “hijo del predicador”. Esta desventaja, sin embargo, no impidió que fuera el almirante más reconocido y competente de su tiempo. Las murallas de Inglaterra frente al coloso corso, eran sus barcos y Nelson era su guardián.
Nelson estaba casado con Frances (Fanny) Nesbit. Esta buena mujer, no era la adecuada para la naturaleza de Nelson, que se podía definir como “una partícula cargada”. Fanny, mujer no muy agraciada físicamente, era aburrida y fría, lo que a Nelson no le llenaba en esa continua necesidad de admiración y vitalidad que complementaba y mitigaba su complejo de baja extracción social. Cuando volvía a tierra, después de sus misiones, la vida era aburrida y con no pocos conflictos con su esposa, por esa disparidad de naturalezas. No obstante su vida de marino, le permitió soportar esta situación.
Cuando conoció a Emma Hamilton, la joven esposa del embajador británico en Nápoles, inmediatamente se enamoraron. Él de la belleza, vitalidad y adoración que sentía por él. Ella de la gloria del almirante Nelson. Su romance fue escandaloso y censurado por la sociedad británica. Pero a Nelson se lo perdonaron, a Emma no. Nelson amó ciegamente a Emma, la historia de ese amor es muy conocida y llena de un gran romanticismo. La oposición de Nelson a todas las normas por su amor a Lady Hamilton, poniendo en riesgo su carrera, y la pasión que demostró, llevó a introducir en la leyenda su vida con Emma.
Una de sus últimas frases al capitán Hardy, en su agonía a bordo del Victory, fueron de recuerdo y petición de cuidado para Emma. En su última carta la dijo:
"Querida y adorada Emma, la querida y entrañable amiga: yo cuidaré de que mi nombre sea el más querido para ti y Horacia, a quien amo con toda el alma como a mi propia vida. Como ésta es mi última carta antes de la batalla, es para ti; espero que viva para terminarla. Que el cielo me bendiga con tus rezos".
A la muerte de Nelson, Emma quedó en la miseria, la familia de Nelson no aceptó el testamento del almirante, y la sociedad la ignoró. Fue encarcelada dos veces por no pagar sus deudas, murió en la más absoluta indigencia. Que fue como nació esta bella mujer, que de una carrera de cortesana pasó a la Historia por ser el amor del almirante Nelson.